viernes, 18 de junio de 2010

Sarandonga, fiambre pa' comer.


Hoy es un viernes como otro cualquiera, eso ya es más que la mayoría de los martes prodigiosos, si es que puede haberlos, yo por mi parte no recuerdo ninguno. No creo que nada bueno haya pasado un martes en mi vida y tampoco me molesta, hay tantos como viernes durante una vida y supongo que es algo necesario para mantener el equilibrio en la galaxia. A veces creo que los martes peso más y que mi novia no me quiere tanto, no se me ocurre nada más dramático que me pueda ocurrir que eso. Alguien dirá que la muerte (la de alguien cercano, no la mía) pero la muerte no acontece en un momento exacto, la muerte sucede durante todo el tiempo en que uno es capaz de recordar y sentir dolor por esa persona que ya no está, que ya no volverá. Yo soy de ésos que sienten miedo ante la muerte, pero nunca he llorado pensando en la mía, y a fe que lo he hecho.

            Soy capaz de no levantar cabeza imaginando nítidamente la muerte, el entierro y la noche siguiente del fallecer de alguien a quien quiera de verdad.

            Hablando de muerte hoy ha muerto José Saramago. 





Tengo que reconocer que no he leído nada de él, y que tampoco me apetece hacerlo. No es una postura muy inteligente negarse ante algo sin saber a qué se está negando uno, pero no es menos cierto que la vida es finita y que uno tiene un tiempo limitado para realizar ciertas cosas. Yo aún no me he quedado ningún día sin tener algo que leer que me apetezca más que Saramago (y tantos otros) y dudo que vaya a suceder jamás.

            El típico hay que probarlo todo sólo tiene valor cuando queremos justificar algún acto que nos avergüenza o que nos da asco oque directamente daña nuestra salud física o la (senti)mental de algún allegado. Para todo lo demás creo que carece de bastante sentido o de fundamento real en pos de una justificación real.

            Supongo que en algún lugar de Portugal 





habrá alguien apellidado Saramago llorando la muerte del escritor y, por qué no, otro, o tal vez el mismo, pensando en todo el dinero que va a ganar con las reediciones, colecciones e inéditos con los que nos van a bombardear durante los próximos meses.

            Lo vimos cuando murió Antonio Vega (cantante que no me entusiasma pero al que cogí una manía injustificada debido a que mucha gente lo confundía con Nacho Vegas). 

Nacho:




Antonio:


El mismo día de su deceso, en la tele anunciaron un recopilatorio con sus mejores canciones. Luego nos enteramos que lo tenían preparado desde hace un año. Y lo hicieron y encima lo dijeron. Confesar un crimen no te hace mejor persona aunque sí te reste años de condena.

            Hace no mucho murió Sallinger, 




esperaba un bombardeo mayor, que salieran sus 40 años de inéditos uno detrás de otro, pero no ha sucedido. Por una parte lo deseaba, por otra me daba miedo. A veces es mejor dejar las cosas como están si es que las dejaste muy altas, porque si pones peso sobre una columna, lo más normal es que se vaya a la mierda. Aunque no siempre es así.

            En mente Kurt Cobain y John Lennon, también, claro, James Dean, y su leyenda apoyada por la prematura visita de La Parca (no es una chaqueta de invierno, es la puta muerte) para dejar cuerpo bastante deseables y una carrera brillante (nunca fui muy fan de ninguno de los tres, pero soy capaz de ver que millones de personas sí pueden serlo), pasto ideal para construirse una casa de ladrillo en la memoria de cualquiera. La de Maccrtney 





por ejemplo, no creo que sea de paja, pero seguro que su puerta recibirá dentro de cien años muchas menos llamadas que las de su compañero de grupo. Además John Lennon te recibirá desnudo y el otro con su boquita de piñón (comprobar en foto de arriba), no hay color.

A mí, de toda esta fauna el que mejor me cae es John Bellushi (no confundir con James Bellushi), 

John:
 James (el que lleva corbata):




mucho mejor incluso que Jesucristo, si bien el segundo estuvo 40 días en el desierto donde tuvo alucinanciones con el demonio y demás barbaries, el primero estuvo una vez 33 días consecutivos de fiesta, lo que vería durante ese mes largo, se lo llevó a la tumba.

            Vengo pensando en cerrar todo esto, y creo que debería soltar un párrafo a modo de conclusión final, pero yo no vengo aquí a enseñar a nadie, en verdad sólo venía a decir que es un viernes cualquiera que está nublado y eso lo emparenta casi con el mejor de los martes, pero ni aún con ésas, llega a rozarle la suela de las botas con la punta de los dedos.


            Eso es todo, os habló Alfonso, recordando que los martes mercado, y los viernes sé cualquiera, nadie te lo va a echar en cara.
           

miércoles, 16 de junio de 2010

El Rey del error Vs El Magnicida

Mi amigo Ramiro es un superdotado en el arte de vaticinar imposibles. En realidad no supone mayor destreza que la de decir exactamente lo contrario a lo que todos esperan que pase. Pero sí exige ciertas habilidades, a saber:

-Conocer en todo momento quién va a ganar para de esa forma saber quien va a perder y entonces apostar por este último.

-Esperar el momento oportuno para lanzar la afrenta. Tiene que haber bastante gente y silencio, también alcohol para preparar una posible coartada, pero más importante aún es saber callar delante de humanos con memoria y sobre todo rencor.

-El don de la ubicuidad cuando acierta (el 1% de las veces). Yo ya lo dije y os reísteis de mí, es la frase que siempre debe aparecer en esos momentos, no sólo recuerda la victoria sino que además puede llegar a hacer sentir culpable a los demás.

-Tener temas de conversación alternativos cuando falla (el 99% de las veces). Evitar a toda costa el tema sobre el que apostó, pocas veces se lo retraerán porque nadie lo tomó en serio, eso él lo sabe, pero por si acaso más vale no provocar.

-Muy poca vergüenza.

-Pasión por el error. Sólo así disfruta tanto cuando acierta como cuando falla.

-Saberte personaje, saber tu papel y por qué lo interpretas, por qué no puedes dejar de interpretarlo.

-Tenacidad, saber que un triunfo entre mil derrotas es perder muchas batallas para aun así ganar la guerra.

-Memoria histórica, tanto para recordar algún acierto añejo que fortalezca su nueva previsión aunque no tengan nada que ver entre ellas, como para dar datos irrelevantes del pasado que puedan apoyar su teoría imposible. No está demás la inventiva así como el engaño y la mentira.

-Jurar por su madre o incluso por algún familiar muerto sin ningún tipo de prejuicio. Sirve para cuando habiendo errado alguien te lo echa en cara, negar que lo dijiste, asegurar incluso que tú eras de los que sostenías la postura obvia.

Y así muchas habilidades más que ahora no me vienen a la cabeza (si a alguien se le ocurren que me las diga) y que Ramiro domina a la perfección.

Lo que no sabe Ramiro es que el resto de seres humanos, por regla general, suelen odiarles por esto mismo y, como un cáncer que nadie quiere ver, se expande a todos los ámbitos de la vida sin que ya nada pueda hacerse por evitarlo.

Yo, personalmente no le soporto. Tengo suerte de que no hablamos demasiado y nos vemos aún menos, pero evidentemente él llama siempre que algo que predijo sucede y si no le coges el teléfono te deja un sms y varios correos, el mismo correo a todas tus cuentas y todos ellos con confirmación de lectura.

Últimamente ha acertado dos, una de ellas la predijo hace 10 años y la otra la semana pasada. La más reciente es que España perdería contra Suiza, de hecho envalentonado por tan gran despropósito, se atrevió a añadir que no pasaría la fase de grupos, huelga decir que el viernes de la semana que viene cuando sellen la clasificación no dirá nada o incluso soltará algo del tipo: “tengo muy claro que van a ganar el mundial, he puesto 10 euros por eso en la porra del curro”.

La otra la dijo hace 10 años, Mateo y Lidia empezaban a salir y un día que Mateo no estaba (cosa rara porque antes siempre íbamos los tres juntos y solos) me soltó que ella le dejaría y que le haría mucho daño.

Por entonces Mateo no veía más que un coño y unas tetas




en Lidia y parecía más fácil que le partiera el corazón con una estaca que con un abandono. Pero por entonces yo también apreciaba a Ramiro y parecía imposible que eso fuera a cambiar tanto. Yo le dije que no creía que llegaran muy lejos, y que tan fácil sería que le hiciera daño Lidia como que se lo hiciera Elsa, Julia o Marta, todas ellas compartieron hombre en el tiempo (aquel tiempo) e incluso a veces besos y espacio (no exactamente el mismo espacio, más bien el mismo local) a la vez.

Ramiro insistió, me dijo que era Lidia y que las demás no importaban. Yo pensé que Ramiro estaba colado por ella y que era eso lo que le hacía decir cosas así. Pero el muy cabrón en cierto modo acertó y la semana pasada me envió un mensaje para recordármelo:

“Te lo dije yo o no? Lo de la puta esa? Donde pongo el ojo pongo el divorcio, jajaja”

Ramiro es una de esas personas a las que todo les irá bien porque hay demasiada gente esperando que le vayan mal.

Odio a esa gente, ¿conocéis a alguno?


Eso es todo, Gora Erreala!!!!!!!!!!!!!

jueves, 10 de junio de 2010

El hombre que casi conoció a Ramón Calderé


Al final llamó Mateo, juro que al menos durante 20 minutos estuve convencido de que iba a hacerlo yo, pero luego empecé a cocinar y se me fue el santo al cielo. Si no estuviera obligado a querer ser escritor estoy convencido que querría ser cocinero. Siempre me ha fascinado esa gente que dice: si no fuera h, sería p, como si sólo por desearlo ya fuera a conseguirlo. Querer sólo es poder a ciencia cierta cuando tu principal aspiración en la vida es el masoquismo. No es un pensamiento pesimista, es un hecho empírico. Si fuera cierto, en mí, hablo de mí porque conozco a muy pocos de todos los demás, yo ya habría sido:

-Extremo izquierdo de la Real, metería ese gol que nos da un título menor para cualquiera pero casi imposible para un equipo como el mío.
           
-Cantante y compositor de un grupo de inmensas minorías. Al menos una persona se suicidaría escuchando una canción mía, o mataría a todos los de su clase y luego en primera plana de algún periódico de tirada nacional diría en grandes titulares que el politono de su móvil sería una cara b de un single de gran importancia en mi carrera. La canción podría llamarse “En el corredor de la muerte ya no queda nadie más rápido que yo”. El grupo se llamaría La Gran Depresión.
           
-Luchador incansable de la extrema izquierda. Harían camisetas con mi cara aunque no creo que llevara boina.

            -Rico imperecedero, codeado con la jet set más nauseabunda pero sin salir en los medios de la prensa rosa.



            -Policía al estilo de Hillstreet Blues, supongo que ahora a lo Wire, aunque aún no he visto la serie (matadme).

            -Luchador mexicano de Wrestling, con mi máscara y mi barriga incipiente. Mi llave más famosa se llamaría La Gran Depresión, más que nada porque dejaría a los rivales llorando. Luego de retirarme vendería la patente de mi máscara y otros seguirían con mi nombre sin decir que no soy yo, claro, y después de muerto la leyenda de El Cóndor de Acapulco me sobreviviría para siempre. (ÉL Condor de Acapulco es mi nombre de luchador, tendría un profesor de dicción mexicana y además me inventaría un golpe en el que llego a impactar al otro luchador llegando desde el aire).



          
(soy el que está agachado)


  Y algunas más que, o bien no recuerdo, o prefiero no recordar, en la mayoría de los casos mi muerte saldría en los periódicos y en todos, en todos y cada uno de ellos, en mi entierro habría más gente de la que habría llegado a conocer en mi vida. Aún así, es muy probable que mis últimos días estuvieran completamente desprendidos de las glorias del pasado y que muriera solo o mal acompañado. Y alguien años después haría una canción llamada El Hombre que Casi Conoció a Alfonso Navarro

Pero como ya he dicho, al morir se revalorizaría mi figura y saldría gente de debajo de las piedras hablando bien de mí, como profesional y algunos hasta como persona, y yo, claro, desde algún lugar del infierno, miraría a todos llorar por mí en el entierro para luego irse a sus casa a comerse una tortilla de patatas, a follarse a una adolescente o ver un especial de Sálvame que comenzaría  las 22:00 h y no acabaría nunca más.
           
            Y un dato más, al morir, justo en el momento antes, tendría el aspecto de Ramón Calderé en México 86. Al que por cierto estuve a punto de conocer una noche de hace ya bastantes años.



            Y esto me recuerda que mañana empieza el mundial y que va a ser difícil estar por aquí cuando quiero estar allí (allí es delante de la televisión) y ahora que lo pienso, se me ha olvidado contaros lo de Mateo y que ya van dos días que lo dejo pasar.

            Mecachis.


            Eso es todo por hoy, aquí os deja El Cóndor de Acapulco, dándose costalazos contra la lona de un ring vacío, frente a unas gradas vacías, en un México vacío dentro de un mundo en el que no queda nadie que me vaya a ver morir.

miércoles, 9 de junio de 2010

Fentxo was de the first of the gang to die

El caso es que hoy iba a hablar de lo bien que huele el asfalto después de llover y de lo fascinante que me resulta cuando aún estando en un noveno piso, con sólo las primeras gotas caer el olor ya está dentro de casa. Yo soy el tonto ése que cuando llueve abre todas las ventanas y que tiene los cristales hechos una mierda, pero más idiota es aquélla que olía las nubes. Yo me espero a que caigan y después las hago mías.

Las hay que sueñan con cosas imposibles y bastante estúpidas. A mí si me dieran la facultad de volar lo último que haría sería ir a arrimar mi nariz a ese montón de algodón húmedo, como oler un cleenex usado por otro.

Al hilo de esto decir que anoche estuve pensando que qué haría si un día me caigo de un 5º piso y va y resuelta que sé volar. A ver, está claro que volaría. Lo que me preguntaba es que haría al día siguiente, ¿Me volvería a lanzar? ¿Quién me asegura que no fue un golpe de suerte? Creo que lo intentaría, dejaría una nota explicando que como ayer pude volar hoy lo iba a intentar de nuevo. Así, mi madre no sólo tendría que justificar un hijo suicida, sino que también a uno bastante tocado de la cabeza.



Si le contara esto a Héctor me diría que no vale la pena pensar cosas que o bien no van a pasar o, peor aún, que espera que no pasen nunca. Eso justo me ha dicho esta mañana, en uno de los 200 correos que nos mandamos mientras estamos trabajando, cuando le he dicho que si alguna vez me metieran en la cárcel, uno de mis primeros propósitos sería encontrar la forma de suicidarme. Bueno, él primero me ha dicho que si me encierran me traerá un disco de Micah P. Hinson y una corbata bien bonita porque la elegancia es lo último que se pierde y yo le he respondido que me traiga vaselina porque si debe ser duro que te abrán el culo a la fuerza, peor será que la polla se quede ahí atascada como corriendo un maratón a cámara lenta. El caso es que después ha venido lo del suicido y ha sido ahí cuando me ha dicho que prefiere no pensar cosas que espera que no le pasen nunca. En verdad me gusta su postura, pero no puedo ponerla en práctica.

Me paso media vida pensando en esa clase de cosas, ya sean buenas o malas, me he imaginado miles de veces tocando en el ATP del Primavera alguna canción hecha por mí, hasta cantando una canción autobiográfica de ruptura y echarme a llorar y miles de personas llorando por mí y bueno, al final yo rompo la guitarra y prometo que no voy a cantar nunca más hasta que un día me lo pida la luna y claro, la luna se da la vuelta y se echa al mar y jura que no sabe nadar y que espera no aprender en los próximos 20 minutos. También he fantaseado con coger enfermedades que de tan raras acaban poniéndoles mi nombre, con “el síndrome de” delante para que no se preste a confusión. Enfermedades que me postran pero que ni me desfiguran ni me duelen, porque me va el melodrama pero no hay nada que tema más que al dolor. El dolor físico y continuo. Mi peor pesadilla que recuerdo fue una que me partían el brazo y no me curaban nunca y entonces vivía eternamente con el brazo roto y con el dolor que implica un brazo roto y colgando.

A veces también pienso qué sería de mi vida sin un 1 de septiembre de 2006 aka 15 de septiembre de 2006 y luego llego a la conclusión de que tarde o temprano hubiera terminado escribiendo una nota en la que jurara y perjurara que el día anterior pude volar y que las nubes huelen a mierda seca.

A veces pienso que debería seguir el consejo de Héctor, lo pienso en serio, casi me convenzo, pero claro, luego llego a la conclusión de que si fue duro perder todos los cuentos que tenía guardados en el ordenador (unos 900) más duro sería no tener material para escribir 900 más. Porque, ¿de qué coño escribiría yo si no lo hiciera de todas esas cosas que o bien no van a pasar o, peor aún, que espero que no pasen nunca?

En realidad no iba a escribir todo esto, iba a contaros lo que le ha pasado a Mateo, el amigo que me llama de vez en cuando para hablar cuando yo detesto hablar por teléfono. Os hablé el otro día de él, cuando me llamó para decirme que estaba hablando por el móvil con la novia y ésta se puso a llorar sin saber por qué. Pero se me ha ido la mano.

Pobre Mateo, hoy, y sin que sirva de precedente, debería llamarle yo a él.


Eso es todo, os habló Alfonso, el hombre que estaba en Texas el día que se hundió hasta el fondo del mar.




pd. por cierto, he llegado a la conclusión de que en la cárcel me ahorcaría con la corbata de Héctor, sí, lo tengo claro.

martes, 8 de junio de 2010

The Rise and Fall of Octavio


Como bien ha apuntado C por medio de un post en la entrada anterior, se me olvidó comprar el hilo de tender. Así que hace un rato me he ido a la Ferretería Sandalines en su búsqueda. Uno va allí con la tranquilidad de que saldrá exactamente con lo que necesita y que suele ser mejor o más necesario que lo que en un principio se pedía. Más aún para gente como yo que no entiende nada de todo eso (a saber: martillos, tenazas, cables, interruptores, clavos, tornillos, destornilladores, Black and decker, etc, etc…) y que llega allí y con dos vagas explicaciones consigue lo que buscaba. Una vez me preguntaron (y esto juro que es verdad) qué quería y yo me quedé mirando al pequeño de los Sandalines (no más de 9 años), sin decir nada, y simplemente me puse a pensar en lo que quería, he de reconocer que pensé con mucha fuerza pero tampoco tanta, y él, en no más de tres segundos se metió entre el laberinto del metal que es la tienda y me sacó lo que estaba pensando, de hecho añadió: “esto es lo que crees que querías, pero para lo que quieres hacer, te vendrá mejor esto”.

Sólo espero que nunca ninguno de ellos conozca el reverso tenebroso de la fuerza, eso sería el final de la galaxia.





Dos euros cincuenta y cinco, he salido, me he puesto a los Drums en el Ipod y me he metido por la calle Salvador Giner, una de esas calles en esos barrios donde las aceras están llenas de señoras sentadas en sus hamacas tomando el fresco, viendo la tele por la ventana de una de ellas, comentando lo gracioso que es Jorge Javier y lo muy puta que es La Campanario (que por cierto vivía a 10 kilómetros de aquí y, según dicen, es verdad en el sentido más profesional de la palabra, pero eso es otro asunto), el caso es que en esa calle me he topado de frente con Octavio, iba con la mirada perdida, una camisa azul sucia y desgarrada y los vaqueros sin abrochar y con manchas marrones en la pernera y cerca de la bragueta. Iba haciendo eses que más parecían zetas, ha estado a punto de caer al suelo al menos un par de veces. Me ha dado mucha lástima.

Octavio era uno de mis clientes cuando trabajaba en la oficina del Barrio Valencia aka de la Plaza de las Monjas aka Urbana 1. Tenía una tienda de ropa para niños y una mujer 10 años menor que él, rubia y alta, una de esas mujeres que son tan bonitas como puedas llegar a imaginar que lo fueron 15 años atrás. Llevaban la tienda entre los dos. Eran simpáticos, ella una vez me devolvió 50 euros que le había dado de más y él era de ésos que te ven almorzando en el bar y le dicen al camarero que todo lo que te tomes va por su cuenta. Yo le daba las gracias con la cabeza pero no conversación, porque no soy bueno para eso y sólo podía pagar su gesto con decepción. No parecía tenérmelo en cuenta porque luego volvía a hacerlo.

Un día vino y canceló todas sus cuentas conjuntas, ella se había dio de casa el día de Reyes. Estuvo toda la semana preveni´ndole del regalo que iba a hacerle, algo que no iba a olvidar, decía, y ni siquiera pudo esperar a la mañana siguiente. Después de comerse el roscón (a Octavio le salió el haba y tuvo que pagarlo) y tras tomar un par de copas en el salón de su casa, dieron las 12 y le dijo que se marchaba. Ya tenía la maleta preparada y a alguien esperándola en la puerta.

Yo no conocía lo suficiente a Octavio y menos aún en su vida privada pero creo que muy poca gente merece algo así. Quiero decir que quien tal vez merezca eso, merece un poco más, no sé si me explico.

Poco después me cambiaron de oficina y ya no lo volví a ver hasta hoy.

Una de las mujeres que tomaba el fresco al verlo ha susurrado al resto de amigas: borracho perdedor, todas han aprobado con la cabeza mientras le miraban de reojo.

A mí me han entrado ganas de gritarles algo desagradable, pero en lugar de eso he cambiado de acera y he agachado la cabeza. A veces hacemos cosas que diez metros después ya son una piedra de mil toneladas sobre la frágil superficie de nuestra conciencia.

Por cierto, el protagonista de Follamuertos, el cuento del que hablé el otro día, se llamaba Octavio. No había caído hasta ahora, lo curioso es que es el único Octavio que conozco y ese cuento lo escribí antes de su debacle. Cosas que pasan.


Eso es todo, os habló Yomismo, ese hombre que sueña con que alguien escriba una historia en la que él sea el protagonista y se llame The Rise and Fall of Alfonso Navarro

lunes, 7 de junio de 2010

Yo para ser feliz quiero un condón

Definitivamente me ha llamado Elia, me ha dicho que tengo un virus, yo le he respondido que tengo varios, y ella ni corta ni perezosa me ha dicho: pero este no es ni mortal ni contagioso, de los demás dios te ampare de éste puedo decirte que lo puedo eliminar.

No está mal, sé de qué moriré y conservaré mi ordenador, hoy es un gran día. Cuando estaba a punto de colgar me ha dicho:

-Una cosa, que hay algún archivos que no podré recuperar.

Al parecer el virus ataca sin ningún tipo de miramiento a la basura más insufrible, así pues, después de su paso por mi ordenador, me ha dejado sin ningún archivo Word, bueno, tan sólo uno que tengo en el escritorio que se llama lista de la compra. Me he quedado sin literatura pero al menos sigo sabiendo que me falta todo esto:

-detergente para ropa color (mercadona)

-comida para las tortugas. (animamundi)

-condones (farmacia, por favor no vuelvas a preguntar en el kiosko, ah, y pide instrucciones)



-pilas recargables (mercadona)

-patatas (wallid)

-espinacas (wallid)

-pollo (alitas si es posible) (mercadona)

-agua (fuente del parque)

-papel de regalo (es el cumpleaños de alguien, me gustaría saber de quién) (chino de la esquina)

-Tú y Otras Carencias (en el “purgatorio” de Lost)

-Muesli y Kellogs (mercadona)

-Cebollas (wallid)

-limpiabotas (estación de White Chapel)

-papel higiénico (mercadona)

-hilo de tender (ferretería sandalines)

-tornillos y clavos (Ferretería sandalines)

-alfonso de mentira (El chino de la esquina).

Podría haber sido peor, podría haberme borrado yo y quedarse todos los cuentos, puede incluso que alguien pensara que con mi desaparición se revalorizarían mis textos y que podría hacerse rico.

Yo a cambio sólo pediría ver mi entierro, llamadme masoca, pero la curiosidad me pierde. A hilo de esto, dejar por escrito que me quemen y, si no llevan fuego, por lo menos que no me hagan el entierro en la Iglesia, y si no puede evitarse que al menos me quiten las monedas del bolsillo, quiero no tener ninguna posibilidad de caer en la tentación de echar dinero a la bandeja.

Voy a echar de menos el locutorio, mañana, si vengo, os hablaré de algunas de las personas que he conocido sin que ellas me conozcan a mí.




Eso es todo por hoy, os hablo el Alfonso de mentira, como un Geiperman pero hetero y, esta vez sí, amigo de sus amigos.

sábado, 5 de junio de 2010

Hijo, se lo que quieras menos taxista y pederasta (ni asistente al Rock in Rio, se entiende)


Elia sigue sin llamarme, en cierto modo me gusta la espera, es como una película de Hitchcock sólo que más cruel porque si bien no va a morir nadie (salvo arranque de odio desesperado que me lleve a la Calle La Tanda en horas punta tras pasar por casa del Chino a por su nuevo fusil y 200 cartuchos) lo único claro es que el que se va a joder en caso de que alguien se joda soy yo. Qué bonito sería pensar que nos íbamos a joder todos, yo y el millón de lectores que esperan mi nueva publicación. De momento tengo constancia de 212 compradores, al menos es un número par. Quiero pensar que han dejado el libro a alguien y rondar los 300 lectores, si eliminamos los defraudados y los indiferentes, me quedan… dejémoslo estar, con un quebradero de cabeza por semana voy más que servido.

Hablando de matar, el otro día un taxista se lió a tiros con un montón de gente, iba con su taxi y de vez en cuando sacaba su pistola por la ventana y le endosaba a uno una bala en el pecho. Quiero dejar constancia aquí que el fin de semana pasado conocí en Barcelona al menos a dos taxistas iguales, sólo que dispararon a mi bolsillo y más aún a mi inteligencia. Una ruta turística a las 4 de la madrugada es una mierda y mi ausencia de violencia aún más, a veces pienso que debería aplicar mis cuentos a la vida real. Algún juez lo entendería y tal vez sentara jurisprudencia, pero sólo tal vez no es suficiente para arriesgarme a pasar tantos años en la trena.

Lo que está claro es que me hartaría de vender libros. la publicidad funciona.

El caso es que lo tomaron por un loco sin criterio. Uno de tantos que un día pierde la cabeza y se pone a disparar a todo lo que se menea. He aquí que después de investigar han descubierto que entre los muertos hay varios parientes y los abogados de éstos que les llevaban el caso de una herencia familiar. Han investigado su móvil y han visto que a algunos de ellos les llamó y les citó en determinados puntos de la ciudad. Al final lo acorralaron y se pegó un tiro en la boca. Uno siempre tiene que guardar algo para sí, está bien ser generoso, pero siempre tienes que quedarte con algo porque nunca sabes cuándo te va a hacer falta.

También mató a otro taxista, imagino que algún familiar le estará llorando, pero sólo lo imagino.

Elia ya no llamará hoy y en el locutorio no dan de comer. En casa de mis padres sí, a veces no está mal dejar un rato el ordenador y las palabras y darse una vuelta por el pueblo aunque sea por barrios periféricos con tal de evitar ladrones recurrentes (esto no se entiende sin leer actualizaciones anteriores, pero sería incapaz de pedir eso) y llegar a una casa donde te quieren y dar dos besos y jurar sobre algún disco de Nacho Vegas qué buena está la paella. Por Dios que haya paella aunque no sea domingo.



Una cosa no quita la otra, debo empezar a ser más polivalente, por la ventana entra el sol y me dice C que la playa está llena a rebosar de gente y de niños y de sombrillas y de latas de cocacola y de rastrillos y de castillos de arena y de olas que llegan más lejos de lo habitual y destruyen los castillos de arena y hacen que lloren los niños y que sus padres maldigan el momento que echaron aquel polvo con más intención que la de conseguir una felicidad efímera pero suficiente.

Y yo estoy aquí, en el último ordenador del locutorio, el único que no se ve desde la calle ni por las ventanas, muriéndome de ganas de fumar y tomando apuntes para convertir en personajes a todos los que hay aquí haciendo cosas extrañas.

Podría empezar comprándome una toalla y ensayando una nueva sonrisa. Unas chanclas y un bañador de flores y palmeras. Aprenderé a nadar y tal vez me atreva a abrir los ojos debajo del agua.

Sólo tal vez.

Elia ya no llamará hasta el lunes, será un fin de semana difícil, voy a preguntar si mañana abren el locutorio, o mejor primero le pregunto a C si mañana tiene que ir a la playa y después pregunto lo del locutorio, lo que va delante va delante.



Eso es todo, aquí se va aNV, a comer paella o quien sabe si carne asada (al menos con patatas y algo de allioli)

viernes, 4 de junio de 2010

Follamuertos (Deadfucker queda mejor)

Hacía tiempo que no pasaba por aquí, me da la sensación de que siempre empiezo con esto, debería actualizar más, pero para ello tengo que autoconvencerme de que aunque casi nadie comente, una multitud me lee. Todavía hay gente que piensa que el 11-M fue producto de la maldad de ETA, así que lo mío no es tan descabellado, o por lo menos igual.

Escribo desde el locutorio de la esquina de la plaza 9 de Octubre con General Prim, se me ha roto el ordenador y es el único medio que tengo. Les he dicho que sólo quería el ordenador y que no iba a hacer uso de Internet pero me han cobrado lo mismo, he pagado, qué iba a hacer.

Me he pasado media noche despierto y la otra media teniendo pesadillas. El miedo que tengo es haber perdido los casi 900 cuentos inéditos que tengo (inédito es un adjetivo de absurdidad cuando sólo te han publicado 41 y no hay vistas ni demanda de que publique ninguno más, pero yo confío, si hay gente que aún cree que…), los 2 libros infumables que escribí hace 8 años terminados y los 3 comienzos de la novela ilustrada sobre el niño con las escamas en su brazo y en su cara (hasta hace poco sólo en sus brazos pero qué se le va a hacer, suerte que mantiene piel en las piernas) que he dado en llamar, atención: Niño Pez. Por no hablar de 100 poemas, un guión para un corto y al menos 25 gags para el guión que tengo en mente para hacer un película al estilo de Supersalidos.

Obviaré la música, las películas y las series, porque en algún lugar del mundo alguien está dispuesto a que yo las robe sin ningún tipo de impunidad. Sólo me alegra perder para siempre las fotografías, muchas, las odio, me justifico diciendo que según los budistas (a veces digo los islamistas, otras los pigmeos e incluso alguna vez los copernicanos) con cada foto te roban un pedazo de alma (como si tuviéramos o si de tenerla la usáramos para algo, ¿quién no la vendería al diablo por una vida meramente carnal mejor?) cuando en realidad es que no me soporto, iba a decir en las fotos, pero tampoco en los espejos, ni en los charcos y, de un tiempo a esta parte, tampoco en los recuerdos. No es en plan qué feo soy, es en plan, tío, vete ya! deja de seguirme.

La única vez que pensé únicamente en mí para crear un personaje, me salió un tipo muy desagradable que trabajaba como vigilante nocturno en un depósito de cadáveres, tenía 40 años y era virgen y enamoradizo, y una noche se folló el fiambre de una rubia espectacular, con los ojos verdes y completamente pálida (una palidez tan extrema que no podía ser tan sólo obra de la parca), a la noche siguiente volvió a hacerlo con la misma rubia, nadie reclamaba el cadáver y tuvo un tercer día para experimentar nuevas formas y posturas. Se enamoró, porque en realidad él no era un maníaco sexual, él era alguien a quien no dejaban querer y en 40 años había acumulado tanto amor que tenía que sacarlo fuera de alguna manera y sólo los muertos se lo permitían. Era una historia muy triste y no llegué a terminarla porque luego a la cuarta noche el cadáver ya no estaba y entonces dudaba entre estas tres posibilidades:

1.Suicidio (puede que entonces alguien a la noche siguiente lo toma a él y en el
momento de que le eyaculen en la cara, nuestro héroe, yo, esboza una sonrisa después de muerto)

2. Oposita a enterrador y por las noches cava la tumba de su amada y vive un idilio eterno carne/hueso con la rubia (el pelo es de lo que más tarda en desintegrarse)

3. Qué carajo, el amor está bien pero muertos va a haber toda la vida, y entonces se lo monta con una morena, al siguiente con una china y hasta con un marinero de alta mar, con el cuerpo abotargado y la piel azul.

Algún día terminaré ese cuento, pero lo que está claro es que nunca volveré a ponerme de protagonista indiscutible.

Y en ésas estoy, esperando la llamada de Elia para que me diga si ha podido recuperar los archivos o se han perdido para siempre. Si es lo segundo, tal vez sea un buen momento para dejar la literatura y dedicarme a otra cosa, ¿por qué no la música? Al fin y al cabo, en mi móvil… no, para contaros eso aún es pronto.

Por cierto, menuda fauna aquí en el locutorio, y que nadie me hable de inmigración, aquí los hay de todos los colores, de aquí y de allí, y hay un montón de perlas por escribir. ¿Cómo ser autobiográfico cuando hay tanto extraño suelto? ¿cómo dejar la literatura si hay tantas cosas que aceleran la velocidad de las cosas?

(La Velocidad de las Cosas es uno de mis 3 libros favoritos de todos los tiempos, a él debo haber retomado el escribir cuando lo dejé durante 3 años allá a los 19 y el darme excusas para seguir haciéndolo en momentos puntuales, como los de hoy)




Eso es todo por hoy, aquí escribe aNV el que fue a Jack el Tuerto con esposa e hijos.