jueves, 28 de abril de 2011

P & G: Sexto Episodio. Mireia Miralà no se deja olvidar


Sentado en el banco de un parque, Gargancillo da de comer a las ardillas. Un buen puñado de ellas se le arremolinan alrededor. Él, temeroso al principio pero gallardo y ufano después, pasa de tirarles los frutos secos a cierta distancia a dárselos directamente de la mano. Su grito es estremecedor cuando una de ellas, bien por torpeza, bien por exceso de recelo, le muerde el dedo hasta provocarle un grandilocuente corte.  

¡Putaaaaaaaaaaa! 

Y después de ese grito primario, casi animal, de fosas abisales inaudibles para un humano medio, de una patada las tumba a todas de espalda. No importa tanto el poder del arma como el odio que la hace necesaria. Gargancillo relame su dedo herido, revuelve la sangre con su saliva dentro de su boca y después escupe. De pronto siente la necesidad de darle lástima a Piernicorto y, cuando se da la vuelta con el dedo en alto para mostrárselo a su amigo, lo descubre absorto observando a una pareja de adolescentes enamorados que discuten con rabia. Piensa Gargancillo, sin ningún género de dudas, que en aquel momento Piernicorto está recordando el día que lo dejó con Mireya Miralá, su primer amor de verdad, su primer amor hecho de sangre, yeso y fuego. 

Aún recuerda aquella tarde con una imponente claridad. Era casi verano y estaban tomando un café irlandés en un restaurante chino. Piernicorto, rompiendo un momento de silencio sepulcral, dijo: “Ayer después de cenar me dijo que me quería, y hoy antes de desayunar me ha dejado”. Lo primero que le vino a la cabeza a Gargancillo aquella tarde fue: “Lo que no engorda acaba matando”, pero sólo alcanzó a decir: “Es culpa de la noche, que es el pasto verde y fresco de todas las mentiras, y es que nadie vio nunca un ovni a plena luz del día”. Para entonces el café irlandés ya se había enfriado, y sobre la superficie del que estaba delante de Piernicorto, había una lágrima turbia y salada luchando por mantenerse a flote. 

No lo consiguió




martes, 26 de abril de 2011

A veces el agua sale fría y pienso que va a ser un mal día.

            Soñamos lo mismo, los dos a la vez, o justo en ese instante en que los dos tuvimos sed. Una sed seca, como de arcilla al sol a cada lado del paladar. Habíamos bebido, también juntos más a la vez. No era ni siquiera un sueño bonito pero era el mismo y fue a la vez. Despertar y no estar solo siempre es mejor que despertar y alargar el brazo y descubrir el significado de infinito pocos centímetros antes de llegar al final de una sábana. Es una cama de metro cincuenta. Hay una parte de nuestro cuerpo que sabe que, al despegarse otra de su piel, puede ser la siguiente en ser tocada. Hay una fiesta cutánea cada vez que nos dormimos. Así no es tan difícil que, tarde o temprano, hayamos soñado lo mismo.




            A veces me estoy duchando y pienso que habría estado bien que algo hubiera sucedido. Siempre me ducho antes de ir a trabajar. Son esas cosas que te ayudan a seguir. Seguir es malo, pero hay que hacerlo. Casi todo es malo y siempre estamos haciendo algo. A veces el agua sale fría y pienso que va a ser un mal día.




            Quedan 5 jornadas de liga. 3 puntos. No podría soportarlo. Y lo veo pero en realidad no me lo creo. Soy pesimista de puertas afuera. Hay un arquitecto que después de su primera casa ya no hizo ninguna más. Se pasa la vida en el portal, apoyando con fuerza su espalda contra la columna maestra. No cree que en caso de que algún cálculo le hubiera salido mal pudiera sostenerla. Sólo pretende, en caso de fracasar, morir junto a lo único por lo que se le pueda recordar. Hay gente que sabe para qué vinimos aquí y entonces nunca podrá ser feliz.


            Ayer una mujer llamó al timbre. A través el interfono me preguntó si tenía tiempo de discutir si había alguna posibilidad de que el mundo fuera obra de una mano divina. Yo podía verla por la cámara y ella a mí no. No me pareció justo entonces responderle lo que pensaba. No soy un hombre de honor y nunca moriré en un duelo al alba. Pero tampoco soy un animal, por más que a veces lo parezca. Luego, con dos ginebras de más elucubré la posibilidad de que tuviera razón. Volví corriendo al interfono, miré por la pantalla pero ella no estaba. Sólo un cuadro negro. Sin píxeles ni nada.



            Luego esta mañana los dos teníamos sed. Y bebimos la misma agua.

viernes, 15 de abril de 2011

I am the death without you

Le acabo de plagiar una canción a un perturbado. Seguramente será la canción de otro, ya publicada, ya preparada para denunciarme si algún día la publico yo, pero he pensado que el perturbado la habrá cantado lo suficientemente mal como para que no quede ni un solo acorde parecido. Era una melodía preciosa y al final me ha parecido entender I am the death without you, y si no lo ha dicho mejor. También puede que estuviera sólo borracho. No importa, el tarado estaba en una esquina cantando hacia un cielo azul marino a medio dormir, yo me he cruzado con él y he pillado al vuelo ese trozo. He sacado el móvil y lo he grabado.




            Antes, después de comer, he ido a ver a Jacinto, está hecho polvo. Hace un mes le amputaron el brazo a su novia, fue justo en la época de crisis en la que mi ordenador dijo basta y perdí todo lo que había escrito hasta la fecha. Yo me puse frente a otro ordenador y actualicé con lo mío, no con lo suyo. Me van los dramas fuertes. Me contaba que tiene un problema. El caso es que ayer tuvieron sexo por primera vez desde entonces. Ella le preguntó si tenía algún problema con eso y él dijo que le gustaba igual que antes. Ella le sonrió y casi llora. Él está hundido porque le gusta igual que antes y ya entonces prefería follarse a todas las demás antes que a ella pero que igual lo hacía. No se necesita demasiada motivación para echar un polvo con 29 años, me ha dicho, pero que hay que tener mucho estómago para hacerlo durante el resto de su vida. Le he preguntado si quería dejarla y el me ha respondido que poco importa lo que uno quiere cuando no se puede. Le he prometido una noche los dos, de fiesta, de llegar nunca*. Nunca sé muy bien qué decir en estos casos, pero a día de hoy, no parece que a la gente le importe a la hora de contarme sus problemas.

 *(no encontré el vídeo, la canción es Amanecer chungo en el parking de la Heaven)
           

En otro orden de cosas ando un poco descolocado con el disco de Sr Chinarro. Hoy mi hermano me ha dado la respuesta a mis dudas. “El disco no está mal, pero ha pasado de ser ese grupo al que íbamos a ver un martes a Valencia, a ser ese grupo que nos las arreglaríamos para ver un sábado en Castellón”. Luego, por si Dios existe y está en todas partes, ha enviado otro correo: “De todas formas le daremos más escuchas”. Las escuchas es la coartada perfecta para ese músico al que idolatras y te lanza un churro. Seguiremos informando.


           

Hablando de lanzar, siempre es momento y lugar para recordar una de mis frases favoritas de la historia. “La memoria es ese perro estúpido al que le lanzas un palo y te devuelve cualquier otra cosa”. Y ya que estamos rememorando a Ray Loriga, soltaremos otra suya, mi frase de amor favorita: “Nunca te daré veneno sin antídoto”, no se puede querer más sólo con palabras, porque ya lo dijo J, “las palabras sólo pueden hacer daño”.


 Creo que voy a abandonar la lectura de Diarios de un mal año, de Coetzee. Hoy hablaba con mi amigo Ignacio sobre el poder del sexo para captar la atención y el seguimiento obsesivo de un libro. Le he transmitido mis dudas sobre si con sólo una buena tensión sexual basta. Él pensaba que sí, que a veces basta, pero luego me ha preguntado, ¿te basta a ti? Ignacio no siempre tiene la respuesta acertada, pero sus preguntas dan directas en el centro de la diana, una diana que sangra y fallece, porque no hay cuchillo bien lanzado que no acabe en muerte. Son ya muchas las pistas que me llevan al cambio, no radical, pero sí lo bastante como para que alguien me diga: “este cuento no parece tuyo” y luego, ante la parte dramática que siempre conlleva esta aseveración para el que sólo ve el negro de los anillos de las abejas entre las flores del campo, añadir: “ahora pareces u escritor de verdad” y entonces cagarla más. Ocurrió sobre todo cuando recién haber perdido todos mis archivos, volvíamos del concierto de Nacho Vegas y mi hermano puso el Una Semana en el Motor de un Autobús y justo con la Copa de Europa lo entendí todo, en ese instante en el que J canta: “cuanto tiempo he perdido allí afuera, cuanto por descubrir en mi cabeza, es tan vasto que da casi pereza”.




Y hoy es viernes, y mañana hay un Madrid-Barça y en Valencia tocan Sokolov, ellos son ese grupo al que vale la pena ir un martes a verlo a donde sea.  



miércoles, 13 de abril de 2011

Diario de un mal año


Iba a trabajar esta mañana, con el Ipod y mis nuevos auriculares color violeta con los que, aún sin música, no dejan entrar sonido del exterior alguno. Con ellos puestos da la sensación de estar dentro del mar, o en el fondo de la piscina, en los primeros días después de haber aprendido a nadar cuando sólo tienes ganas de probarte para saber hasta donde puedes llegar, sin saber que, el día que lo descubras estarás muerto. Tus padres andan cerca pero están leyendo una revista o mirando a una chica que hace top-less. Morirías sí o sí. Llevaba puesto a Ariel Pink. Ni con esas he conseguido energía para afrontar el trabajo con alegría.



            Ha sido al doblar la esquina entre la calle Vinaralls y Santa Elena cuando me he cruzado con una mujer mayor, ropa negra y pelo violeta; una mujer muy mayor. Nada más verme ha hecho la señal de la cruz. Yo iba por la otra acera. He pensado en cruzar la calle para ver si echaba a correr. Puede que pensara en algún hijo difunto recientemente y verme no haya tenido nada que ver. En el barrio hay mucha droga y los jóvenes van cayendo poco a poco hasta que caen del todo y los cubren de tierra y los lloran debajo de vestidos negros y pelos color violeta. Y muchos años encima también, quizá su único consuelo, cuantos más dejas atrás menos por delante. Cuantos más mejor. La mujer ha hecho la señal de la cruz y yo no me lo he podido quitar de la cabeza. ¿Qué habrá visto en mi interior? Ser Dexter sólo es apetecible en esa otra vida que estamos convencidos que no existe. Convencimiento de fe, no científico ni mucho menos empírico.



            

                   En otro orden de cosas, ando intentando aprender a tocar la guitarra. No quiero ser un virtuoso, tan sólo pretendo poder poner música con ella a las melodías que revolotean mi cabeza. me va muy mal y sólo me consuela pensar que las cuerdas están desafinadas. Me dice C que se la llevemos a su padre para que las ponga en regla, ya no me quedan excusas, me avergüenza decirle que si suenan perfectas y conmigo no quieren bailar, terminaré por dejarlo. Me paso la vida buscando coartadas. También me dice C que vaya a dar clases. Casi estaba apuntado pero me enteré que la guitarra la tenía que llevar yo. Me imaginé por la calle con la guitarra a la espalda, cruzándome con algún conocido y teniendo que dar explicaciones. A mis 30 años. Ella no lo entiende, yo lo veo diáfano. Hemos abortado la posibilidad de las clases. Sigo en punto muerto. Me sé los acordes de Do, Re y Mi. ¿Alguien cree que si le paso las canciones a capella podrá darles armazón?





            Y aún más en otro orden de cosas, estoy leyendo un libro de Coetzee. En principio son sus opiniones sobre temas de actualidad (Guantánamo, Pedofilia, George Bush…) pero de repente la hoja se divide en dos y en la parte de abajo comienza a contar que encuentra una chica unos 30 años menor que él y la contrata para que sea su mecanógrafa. En realidad sólo se la quiere follar. Luego la hoja se parte en 3 y ella también se convierte en narradora. En la página 65 he dejado de leer sus opiniones y sólo me centro en las dos terceras partes de ficción. ME pregunto hasta qué punto cada vez me importa menos la vida real. A veces basta un libro cualquiera para darte cuenta. En el libro hay una tensión sexual evidente, basta eso solo también para que pase las páginas con voracidad. ¿De verdad sólo hace falta eso? En mi primer libro (tiene su cosa decir primer cuando ni hay ni parece que vaya a haber nunca un segundo) no había tensión sexual no resuelta porque se resolvía desde la primera página de cada cuento. Aún así, una vez pasas 3 o 4 cuentos puede que el efecto sea el mismo porque el que leía pasaba las hojas con voracidad esperando encontrar el sexo allí pegado y lo encontraba. A veces alguien me preguntaba por el asunto y yo decía que el libro trata de amor, no de sexo, y también, irremisiblemente entonces, de la soledad, previa y posterior y sí, también entre guerras. 



jueves, 7 de abril de 2011

Tsunami


Y en ésas que di un paso en falso y caí por un agujero y llegué de vuelta hasta aquí. Podría haber sorteado el agujero (hay quien dice que me lancé a él, en youtube hay un vídeo esclarecedor) pero entonces hubiera sido una esquina, una puerta, una ventana, un beso en la cara. Irremisiblemente de vuelta aquí.

            Por el camino perdí. Todo menos la vida. La vida son minutos y desvelos, y una letra con forma de persona. El resto todo lo demás. Perdido.


 
            Y fue el caso que el ordenador dijo basta y que tras una operación quirúrgica, y también lenta y dramática como cualquier intervención digna de ser contada a desconocidos en un vagón de metro, me ha devuelto arbitrariamente un puñado de archivos. Los que ha querido. Aún no los he revisado. Tendría su gracia que no fuera el azar. Que un montón de bits, de ceros y unos, hubieran elegido cual de los cerca de 1000 cuentos que tenía escritos valían la pena y cuáles no. Y puede que sea así, porque los perdí casi todos. También 3 malas novelas con muchos archivos de remiendos para convertirlas, si bien no en algo bueno, si en ese hijo que no supimos educar pero que no acaba en la cárcel y sólo se droga cada 15 días porque aprendió de ti que la vida, tal y como es, tiene que ser de vez en cuando sorteada.

            Se ha perdido Niño Pez (sí Neus, massa senyals en contra, vorem com poder fer un apanyo) y ya una vidente en medio de una feria ambulante me dijo que el pescado crudo conserva las espinas pero huele peor que el cocinado.

            Ahora estoy en esa fase donde los muertos son miles, y en su falta de concreción, la sangre tiene más color de tomate frito que de sangre. Será el día de las centenas, decenas y unidades. Será el día de la sangre, negra y espesa como petróleo (nunca vi el petróleo en vivo, no conozco su olor ni su tacto, pero sé que un estómago abierto desprende similares sensaciones y apesta igual, y que ya no respira) (en Norteña, pueblo de Niño Pez, había una ballena con el estómago destrozado, un boquete tan grande como el abrazo de tres personas, ahora ya no está, como ya no estoy yo donde estuve dos años consecutivos: Formateo).



            Y en ese tiempo pensé:

-Insultar a una niña con aspecto de haber nacido en Nueva Delhi, porque me amargó un concierto de Nacho Vegas.

-Que la escena de alguien marchándose y otro alguien, de distinto o igual sexo, pero potente deseo, mirando su espalda esperando que se dé la vuelta, es una imagen que nunca perderá fuerza. Añádanle una estación de tren, un sol que empieza a salir, la ausencia de una prenda habitual, una voz en off, el final instrumental de una canción cuya letra nos lo contó todo.

-Que vamos a bajar a segunda división. Lo pensaba, pero lo supe cada vez que se lo contaba a alguien esperando que me tildara de loco y tan sólo alcanzaba a darme ánimos.



-Que nunca hay que hundirse porque la vida es ese río que no acaba ni en cascada ni en el mar, como mucho en otro río que a su vez no acaba ni en cascada ni en el mar.

-Que debo querer y mucho si perdí todo pero estaba hundido porque ella perdió la secuencia fotográfica de dos años vividos intensamente.

-Que a veces basta con una canción, y otras, no tantas pero sí suficientes, con un estribillo.

-Que quiero cantarlo como hasta ahora lo he escrito.

Y algo más que quedará para siempre olvidado porque el ordenador dijo basta y con él todas esas letras sobre las que me dejé caer tantas veces desde tan alto porque no sabía que este río no acaba en el mar ni mucho menos en una cascada.

Vuelvo pronto.
El mundo se acaba.