martes, 26 de octubre de 2010

No sé si es un cuento o un capítulo de una novela (Taste Of Cindy)

Cindy me ha dicho que vendría en una hora. Me ha parecido mucho tiempo. Eso al principio, al cabo del rato ya no lo era tanto. No es mucho una hora cuando se espera algo tan intrascendente como Cindy. Supongo que ella pensaría lo mismo de mí si no me dedicara a lo que me dedico. Si siendo yo igual que soy ahora acabara de llegar de la oficina y le contara mis problemas y toda esa mierda que uno siempre se lleva a casa después de estar 9 ó 10 horas trabajando, Cindy no contaría los minutos que le quedan para llegar aquí. Y además me cobraría.
            
 Cindy mide metro sesenta y es rubia y se parece a Cindy Lauper en los 80. Ella lo sabe y se peina igual y en los karaokes siempre canta Girls Just Wanna Have Fun. Dudo que nadie de los que van a los karaokes sepa cómo era Cindy Lauper, pero es bonita, más que ella, y siempre lleva la falda corta y desde abajo del escenario se le ven las bragas. Ella se crece cuando los hombres se acercan a la tarima y la jalean y tratan de tocarle la rodilla o un pie. A veces si se pasan les da una patada en la boca y entonces alguien tiene que sacarla del lío. Si no hay nadie dispuesto la acaban echando y se va a casa con un ojo morado y medio llorando.
           


Evidentemente no se llama Cindy. Ella es rusa y tiene un nombre que nunca seré capaz de pronunciar. A veces la llamo y viene y follamos un rato y luego me hace unas patatas bravas y fríe algo de bacon o hamburguesas y comemos los dos juntos antes de meternos un viaje y tumbarnos en la cama. Si es muy fuerte nos dormimos y al despertar la veo allí a mi lado y sólo tengo ganas de que se vaya y la invito a largarse de forma brusca. Nunca se va con un ojo morado pero sí a veces llorando, y hasta que me ducho es una imagen que me duele bastante y que por mucho que lo intente no consigo quitármela de la cabeza.
             
Al final ha llegado, le he abierto y he vuelto corriendo a terminar de leer una entrevista a Joaquín Reyes. Uno de esos cuestionarios con diez preguntas ingeniosas que obligan al entrevistado a ser ingenioso. Al final todos suelen acabar haciendo el ridículo. Él sale bastante airoso. Cindy llama a la puerta, sólo me quedan dos preguntas. Vuelve a llamar. Termino. Dejo la revista a un lado del sofá y voy a abrirle.
           
Bajo el marco de la puerta, completamente empapada por la lluvia, parece digna de sentir lástima por ella. Alguien que enamora al protagonista en una película de amores imposibles que nos parecen tristemente posibles desde el primer plano. Dice hola, entra y pasa de largo.
             
Voy tras ella, está sentada en el sofá con el mando en la mano. Pasa rápido los canales que están emitiendo las noticias. Se para en alguno de zapping pero luego termina por cambiar igual. Está mojando el sofá, pienso en invitarla a que se seque, pero prefiero lanzarme sobre ella. La idea era una pero al final caigo encima de sus piernas de forma torpe. Ella me aparta y me dice que hoy no le apetece follar.
             
Vemos un rato la tele aunque no vemos nada en concreto. Después me pregunta si tengo hambre, yo le digo que bastante, y entonces se levanta. Yo sigo leyendo el dominical y al cabo del rato me llama, voy con ella a la cocina.
            
 Nunca hemos follado en la cocina, pienso.
         
   -¿Qué tal el día? –me dice con ese acento de actor de doblaje en una película sobre la guerra fría.

-Como todos supongo.

-Qué aburrido, por Dios.

-¿Has hecho tú algo interesante?
           
-Mi trabajo siempre es interesante.
           
-Siempre lo suelen ser las cosas que casi nadie haría. El desconocimiento sobrevalora las cosas.
          
  Acaba de hervir las patatas, ya cortadas a dados. Siempre 7 minutos y medio. El aceite ya chispea sobre la sartén. Cuando añade las patatas el sonido se dispara y comienzan a saltar gotas de aceite en todas direcciones y ella se aparta un poco hacia atrás. Siempre que eso pasa pienso en alguien que está siendo frito vivo. Luego la cosa se calma y vuelve a tomar el mando. Echa sal, un poco de pimienta negra y mucho pimentón dulce. Las tiene mucho rato y de vez en cuando les da la vuelta. Cuando al tocarlas con la cuchara tiene la sensación de tocar madera contra madera, las saca del fuego. Luego, en un vaso mete dos cucharadas de postre de allioli y un poco del aceite que ha usado para freír las patatas, lo mueve todo y con la pasta resultante unta las patatas con cuidado de que todo quede bien impregnado. Cindy hace las mejores bravas de toda la ciudad.
           
Cenamos en la cocina. No decimos gran cosa. Ella me habla de cosas que le han contado sus clientes. Y como siempre aprovecha para dejar caer algo para que yo entienda que quiere que sea su chulo. Yo le digo que no quiero meterme en esas cosas. Después de eso siempre estamos un rato callados. Al terminar dejamos los platos en el fregadero y salimos de la cocina.
             
Nos sentamos en el sofá, intento meterle mano por debajo de la minifalda pero ella me la aparta de forma brusca. Hoy no, me dice, y yo obedezco.
             
Luego apaga la tele y se da la vuelta hacia mí. Horatio estaba a punto de descubrir al asesino pero a ella le ha dado igual. A mí no pero creo que quiere que follemos y entonces no le digo nada.
            
 -Cuéntame algo de tu pasado. De cuando eras niño.
             
-Como quieras, pero tú nunca serás Mar.
           
Me ha dado una bofetada y luego se ha puesto en pie, ha cogido su chaqueta y sale del salón. Escucho que abre la puerta pero que no la cierra. Sigue allí, espera que vaya tras ella. No lo hago. Al final vuelve.
            
 -¿Tienes algo?
          
  -Siempre hay algo. Pero hoy no has pagado por ello. Lo apunto en tu cuenta –le digo mientras sostengo en alto con los dedos un chivato con medio gramo de coca. Lo zarandeo levemente. Y sonrío.
          
  -Eres un cabrón de mierda.
          
  Lo dice con mucho odio. Casi rabia. Una dignidad que no la creía posible en ella y que sólo pierde fuelle por su acento de chiste. Por unos instantes siento algo parecido a tener ganas de querer abrazarla.
           
 Pero toma el chivato con su mano y se larga. Y Cindy vuelve a ser sólo Cindy.

2 comentarios:

Irene dijo...

me gusta.

Anónimo dijo...

Knife in my head when I think of Cindy
Knife in my head is the taste of Cindy

encara te visiten estes 'Cindys'?? a mi cada volta me sonen més llun, per desgràcia, estes 'atraccions'... serà que com diu Vila-Matas 'te mueres y te acabas haciendo viejo' y no al revés que seria prou més suau i fàcil de portar...

(sóc el que ocupa el teu lloc en casa els pares ara que ja no vas a dinar jeje a Rey Muerto....)