Tras mucho retardarlo por fin he terminado de leer La Novela. Y digo la novela porque no quiero desvelar su título, y digo La Novela porque creo que es el mejor libro que he leído este año. Es una sentencia de poco valor si no se informa del resto de cosas que han pasado por mis manos, mis ojos y, por qué no, mi corazón, en estos meses que llevamos, ya muchos. Y es que ya está aquí el otoño. No quiero hablar de eso.
Por decir dos, han sido muchos, algo raro en mí, que soy tan perezoso como inconstante, nombraré El hombre que se enamoró de la luna y El poder del perro. Dos obras maestras. Sin contestación. Cuando acabé cada uno de ellos dije lo mismo que ahora digo sobre La Novela. Pero de ésta lo he dicho después. El tiempo importa. El otoño ya está aquí.
Si no digo el título es porque C lee esto y ya desde el primer capítulo supe que ése era el libro que le iba a regalar en el próximo Sant Jordi. Queda mucho tiempo, y podía leerlo ahora (la edición que tengo es de mi hermano y a él no le importará que se lo devuelva un poco más tarde) y luego yo regalarle cualquier otro. Hay tantos, y tan buenos. Pero tiene que ser ése.
También podía regalárselo mañana, pero nosotros nos regalamos libros en Sant Jordi. La sorpresa está bien y no ser como todos los demás también, pero mejor que la sorpresa es la espera del regalo y ser diferente a los demás tan sólo por no ser como los demás es una estupidez. Así que esperaré. Y el próximo 23 de abril ella desplegará el papel de regalo con cuidado y verá una portada blanca con un barco dibujado en ella. Y yo estaré realmente nervioso.
Mi abuelo Francisco le contó a mi madre y luego mi madre me contó a mí, que conoció a la abuela María cuando tenían 15 años. Supo que no conocería nadie igual, por eso decidió decirle que no todas las veces que alguna amiga de ella se acercó a él para preguntarle si quería hablar con mi abuela, por entonces joven y bonita, y aún ya abuela. Recordar es lo que tiene, que mezcla imposibles y los hace parecer lógicos y hasta enternecedores. Según decía, él tenía muy claro que si bailaba con ella entonces, jamás podría volver a bailar con 70 años. Y eso era algo que él no podría soportar. Los dos murieron antes de llegar a lo 55, mi abuelo antes, las viudas son legión, y el sueño de mi abuelo no se cumplió. No en parte, porque mi madre siempre dice que, estando él ya en la cama esperando su hora, mi abuela hizo salir a todos de la habitación y los tuvo fuera el tiempo que duró una canción de Gardel. Nunca le dijo a nadie lo que allí ocurrió.
Hace un par de años pasamos una mala racha en casa, pasé mucho tiempo con mi madre y hablamos más de lo que lo habíamos hecho el anterior entero. Me contó la historia del abuelo, que aplazó el deseo inmenso, para convertirlo en amor infinito. La historia de Gardel ya la conocía de antes. No me costó mucho tiempo atarlas, unirlas y sonreír por mi abuelo. Supe que morir casi siempre es una mierda, pero que no todos se van de la misma forma. Con la misma angustia.
Sé que en el fondo no tiene nada que ver. Pero me he acordado de esta historia al decidir por fin que C no lea La Novela, ni sepa de Ella, hasta el próximo Sant Jordi.
Dentro de 7 meses os contaré qué le ha parecido.
Pd. Aunque no lo parezca esto es un homenaje a La Novela, es la mejor forma que se me ha ocurrido de hablar de ella sin decir nada, sin contar nada, sin mentar ni una sola línea de lo que contiene.
7 comentarios:
si por algún milagro alguien sabe de qué libro hablo porfavor que calle. Ya que no posteais nunca tampoco vayamos a joderla hoy precisamente
gruñón!
por?
"ya que no posteais nunca.." ñiñiñi
:)
Yo noy soy C sino Z, ¿puedo saber cuál es la novela? (no aquí en público, claro)
no puedo evitarlo. soy muy curiosa... ^_^
ayyy que intriga!!
tengo q esperar a san jordi?? los reyes viene antes...
¿no vas a volver a escribir nunca?
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