lunes, 20 de diciembre de 2010

Y un canguro saltará sobre mi cabeza con solo asomarla


Hoy entré en el baño del trabajo, una vez dentro hice aflorar toda mi debilidad para hacerme fuerte en su interior. Y me quedé dentro encerrado. Cuando llamaron a la puerta por si me pasaba algo grité que no quería salir, que no iba a salir nunca más. Ha venido la policía. Primero me han sugerido, luego me han amenazado. Al final he esperado dos minutos de silencio y he salido por mi propio pie. Dos clientes mayores como calendarios en blanco y negro han cuchicheado cada uno en la oreja del otro. Me ha parecido entender: qué loco está el nuevo. Y luego: creo que se droga, y sus padres también.

            No han dicho: está triste.
           
            No han dicho: laborare stanca.

            No han dicho: a lo mejor tiene razón.

            No han dicho: hay víctimas que no salen en las noticias de T5.

            Y seguramente no han dicho nada.

            No han dicho nada porque no ha pasado. Pero allí de pie, mientras meaba notando el líquido amarillo y caliente surcar mi pene, como una paloma en llamas que cruza el cielo gris, me ha parecido una posibilidad razonable. Y me he dicho: Voy a hacerlo. Porque, bien mirado, es mejor eso que acabar matando a alguien. La fotocopiadora pesa lo suficiente como para aplastar un cráneo. Yo soy lo bastante fuerte como para alzar una fotocopiadora vieja y pesada y dejarla caer sobre una cabeza tumbada contra el suelo.

            El sonido de un cráneo al partirse debe ser tan bello como descorazonador.

            Tanto como el llanto de una madre y no saber por qué llora.

            Tanto como el llanto de un padre y saber que llora por lo que hiciste.

            La mañana ha seguido y luego ha venido mi profesor de ciencias naturales del colegio. Quería 200 euros. De todo lo que me enseñó lo que más me quedó fue el concepto de antípodas, por su belleza fonética, por su significado aplastante de yo estoy aquí y tú no puedes estar más lejos. Con él descubrí que nuestras antípodas son Nueva Zelanda. Y eso estaba pensando cuando ha entrado hoy y luego me ha venido a la cabeza una frase que escribí hace unos años que decía algo así como: me estoy hundiendo, como siga así un día de estos aparezco en Nueva Zelanda. Y la mañana entera se ha unido en un único punto que podríamos llamar pensamiento, o también catástrofe, o mejor esto no es una salida pero no conozco ninguna otra.



             
Nueva Zelanda es estrecha como una cuchilla de afeitar. Será muy complicado sacar la cabeza y salir en tierra y morir no es lo peor que te puede pasar pero hacerlo ahogado es una calamidad.
Nota mental: investigar si hay tiburones en las costas neozelandesas. Si es así cortarme un dedo llegado el caso. Ya de paso cerciorarme de que también hay canguros, y si no es así, cambiar el título de esta entrada.

Y al final de todo, he vuelto a caer en la cuenta de que las casualidades existen, y lo que es peor, nunca vienen solas ni mucho menos porque sí.

pd. sonreír no debería ser gratis, hay cosas que cuestan menos y las pagan bastante mejor.

3 comentarios:

Ojitos dijo...

Yo recuerdo esa frase, del fotolog. Creo que fue porque me gustó mucho, porque siempre he tenido mala memoria, salvo para aquello que atraviesa y deja marca. Ya no sé si entonces será cosa de la memoria.

PD: sonreir a menudo cuesta mucho más que cuatro coches y una casa.

C* dijo...

la verdad es que sí que es bonita la palabra "antípodas"

Debes averiguar tb si está el demonio de tasmania... otro destino más en tu lista negra...

Y. dijo...

jajaajajajajaj me encantó el comienzo...

qué grande sigues!!

ebsos rey