lunes, 12 de julio de 2010

Cefalópodos (Rita, gordo cabrón, irás al paredón)

Vivimos en un mundo extraño, un planeta donde un pulpo es capaz de adivinar cosas que alguien estaba dispuesto a pagar no hace mucho 5 a 1 en caso de suceder. Un mundo donde Rita Macletá tiene poder para derribar media ciudad a su antojo sin que nadie le tosa y nos parece bien pagar más de la mitad de nuestro sueldo para tener algo que en realidad no será nunca nuestro y, quién sabe si antes de acabar de pagar no venga un trasunto de Rita (si es que Rita no es ya un trasunto de sí misma) y lo vaya a dinamitar.






(aquí en las fotos, dos cefalópodos y un buen tipo, ¿jugamos a quién es quién? Una pista, el tipo honrado tiene 8 patas)


En medio de todo esto hay tiempo para creer en la felicidad infinita porque después de dos horas un tipo blanco como la nieve mete una pelota deforme dentro de una portería, y salimos a la calle, y hacemos sonar los cláxons y bebemos todo lo que podemos, porque no nos vamos a engañar, cuando todo es gris (y no hablo de la crisis, me refiero a desde Cromagnon hasta el hombre del más allá), es fácil encontrar algo que celebrar. Yo por mi parte me quedé en casa, odiando a un grupo de niñas que debajo de mi ventana gritaron durante más de media hora: anda, anda, anda, a tomar por culo Holanda. Media hora ininterrumpida. Desde éste blog, proponemos dicha estrofa como digno estribillo del himno sin letra de este estado en el que vivimos.



Que me quedara en casa no significa que no creyera en esa felicidad infinita, ni que no crea en que cualquier evento es bueno para tomar unas copas de más, y que el gol del tipo blanco como la nieve es una excusa perfecta para tomarse aquello que todos sabemos más blanco que la nieve, y más amargo (esto para los demás, claro) y por qué no, para ponerse enfermo una mañana de lunes y que no te despidan por ello.

Laborare Stanca decía Pavese, y él era un genio capaz de todo lo que quisiera, pero jamás estuvo tan certero como en el momento que dibujó esa frase en su cabeza. A veces nos labramos una carrera infinita cuando en 10 segundos habríamos tenido tiempo para pasar a la posteridad.



Sé que no viene a cuento, pero mi libro italiano favorito no es de Pavese, sino de Italo Calvino, se llama Si una noche de invierno un viajero y es una novela extraña que crea ansiedad y que por ello podrías llegar a odiarla pero que al terminarla uno sólo puede pensar: ojalá se me hubiera ocurrido a mí eso. Evidentemente no se me ocurrió nunca, de ahí que tan sólo haya vendido 200 ejemplares de mi libro, eso sí, cada comprador buenos lectores y mejores personas. Uno de ellos es quien me regaló este libro, me puse rojo con un tomate, no en vano, esos 10 segundos fueron los únicos en los que me crucé con esa persona. Diez segundos, otra vez, para pasar a la posteridad.



A veces me gustaría llevar una línea sólida en lo que cuento y no ir de párrafo en párrafo como quién se despeña por un barranco como un John Locke cualquiera, o mejor dicho el humo negro o, por qué no, Rita Macletá.

Y para qué seguir, desde aquí dar las gracias a Fermín, aquel hombre bueno que provocó que en Pamplona se celebraran unas fiestas descomunales. También a la gente que me acompañó en aquel viaje de hace tan sólo 4 días pero muchas noches. Y claro, a C, porque sin ella, no habría habido una despedida de soltero, y bueno, ésas son las cosas que al final importan, ¿no?


Desde aquí se despide Alfonso, ése al que llamaron Iniesta porque su piel era tan pálida y fría como un polo de Horchata.


pd. si no fuera porque los títulos tienen que vender escándalo y fruición, esta entrada se hubiera llamado Si una noche de Verano un hombre pálido

2 comentarios:

Z dijo...

pues yo sí que salí a la calle y grité y salté como la que más!! :)))

por cierto, ése también es uno de mis libros favoritos, el de Calvino : )

C* dijo...

lo pongo en mi lista de libros pendientes, pues ;)

yo tb estuve escuchando el "a tomar pol culo holanda" hasta que el sueño me venció, qué pena, con lo que me habría gustado celebrarlo... jajaja