martes, 26 de abril de 2011

A veces el agua sale fría y pienso que va a ser un mal día.

            Soñamos lo mismo, los dos a la vez, o justo en ese instante en que los dos tuvimos sed. Una sed seca, como de arcilla al sol a cada lado del paladar. Habíamos bebido, también juntos más a la vez. No era ni siquiera un sueño bonito pero era el mismo y fue a la vez. Despertar y no estar solo siempre es mejor que despertar y alargar el brazo y descubrir el significado de infinito pocos centímetros antes de llegar al final de una sábana. Es una cama de metro cincuenta. Hay una parte de nuestro cuerpo que sabe que, al despegarse otra de su piel, puede ser la siguiente en ser tocada. Hay una fiesta cutánea cada vez que nos dormimos. Así no es tan difícil que, tarde o temprano, hayamos soñado lo mismo.




            A veces me estoy duchando y pienso que habría estado bien que algo hubiera sucedido. Siempre me ducho antes de ir a trabajar. Son esas cosas que te ayudan a seguir. Seguir es malo, pero hay que hacerlo. Casi todo es malo y siempre estamos haciendo algo. A veces el agua sale fría y pienso que va a ser un mal día.




            Quedan 5 jornadas de liga. 3 puntos. No podría soportarlo. Y lo veo pero en realidad no me lo creo. Soy pesimista de puertas afuera. Hay un arquitecto que después de su primera casa ya no hizo ninguna más. Se pasa la vida en el portal, apoyando con fuerza su espalda contra la columna maestra. No cree que en caso de que algún cálculo le hubiera salido mal pudiera sostenerla. Sólo pretende, en caso de fracasar, morir junto a lo único por lo que se le pueda recordar. Hay gente que sabe para qué vinimos aquí y entonces nunca podrá ser feliz.


            Ayer una mujer llamó al timbre. A través el interfono me preguntó si tenía tiempo de discutir si había alguna posibilidad de que el mundo fuera obra de una mano divina. Yo podía verla por la cámara y ella a mí no. No me pareció justo entonces responderle lo que pensaba. No soy un hombre de honor y nunca moriré en un duelo al alba. Pero tampoco soy un animal, por más que a veces lo parezca. Luego, con dos ginebras de más elucubré la posibilidad de que tuviera razón. Volví corriendo al interfono, miré por la pantalla pero ella no estaba. Sólo un cuadro negro. Sin píxeles ni nada.



            Luego esta mañana los dos teníamos sed. Y bebimos la misma agua.