viernes, 14 de enero de 2011

La épica me eligió a mí

Más o menos ha vuelto a pasar. Un cliente (últimamente todo lo que acabo contando empieza en el trabajo) tras la conversación sistemática sobre la crisis y lo mal que están las cosas (tema que ha desbancado al clima de forma humillante como el Barça ha destrozado al Madrid) me ha preguntado si por las noches veo El Gato al Agua (programa de Intereconomía, la del toro y la Falange), yo le he dicho que no, que no veo la tele (MENTIRA, ayer mismo vi Gran Hermano) y entonces él me ha dicho que no me lo pierda, luego ha callado, luego a dicho, Mario Conde, sólo eso, Mario Conde, y luego se ha callado.



            Y me pregunto si no habría hecho bien entrando en la conversación porque tal vez él entonces hubiera dicho: como te decía, están mal las cosas, sólo hay que ver a los indecentes ésos del programa. Pero he preferido callar, porque seguramente habría dicho todo lo contrario y aunque me duela quiero conservar mi empleo. A parte el tipo tenía los dedos más gordos y grandes que he visto nunca, y eso son cosas que uno a de tener en cuenta a la hora de tomar decisiones importantes.

            Creo que todo esto me está envenenando y yo antes sólo pensaba sobre amor y lo encontraba en cualquier cosa, en una canción, en una piedra, en una foto de una mujer y un hombre desnudos y sucios, en un perro abandonado comiéndose su propio excremento a la puerta del instituto, en ese instante después de la lluvia efímera que precede al mejor sol, en mi madre cocinando arroz al horno y mi padre diciéndole que ya lo termina de hacer él. En el acto de tropezar sabiendo que, aunque no me levantara, no me iba a morir.

            Habitantes del mundo, yo no quiero ser pesimista, épico ni mucho menos tremendo, así que váyanse a otro planeta o déjenme en paz.

            Sin que venga a colación a todo esto, hoy mientras cagaba, me he acordado que cuando era pequeño y jugábamos al Veo Veo, encontré una palabra perfecta que nunca nadie encontró, y al poco tiempo me di cuenta de que ya nadie quería jugar conmigo.

            En otro orden de cosas ayer empecé Gomorra, fui al Consum el sábado con C y compramos gulas, alcaparras, zumo de tomate, un centollo, vino blanco, film transparente, dos alcachofas y ese libro. A C no le gusta que mezcle productos distintos en las mismas bolsas, pero a su vez, cree que el plástico acabará por conquistar este planeta, así que a regañadientes aceptó que pusiera el libro con las alcachofas y el vino blanco. Sólo he leído un capítulo y ya me tiene atrapado. No he podido evitar recordar El Poder del Perro y si somos tan afortunados aquí de no tener nada parecido o estamos muy ciegos y nos da bastante igual. En la primera página narra cómo un contenedor del puerto de Nápoles siendo elevado para cargarlo a un barco se tambalea hasta que las puertas ceden y empiezan a brotar de él cadáveres, como pus de un grano de una adolescente, tan bonita como acomplejada. Leí una entrevista a Roberto Saviano, dijo que todo lo que contaba era verdad.también dijo que estaba amenazado de muerte, amenazado de verdad. Recuerdo que C aquel día me dijo que nunca escribiera de nada parecido. estábamos en la cama y hacía frío, pero abarqué su cuerpo con mis brazos y el clima se entibió.




            Te sientes ridículo ahogándote en un plato de sopa cuando los hay que sobreviven sin brazos en medio de un océano. Pero no deja de ser cierto que el plato de sopa no cubre pero quema que te cagas.

            En casa de mis padres estoy releyendo a Bukowski. Ayer leí el relato donde cuenta cómo conoció a Fante. Es casi idéntico al narrado por Dylan en su obra maestra escrita Crónicas, donde nos muestra cómo llegó a conocer a Woody Guthrie. Me pregunto si yo alguna vez acabaré visitando a J, Nacho, Micah P., Ray, Javi y algunos más en un hospital. Acompañándolos en sus últimos momentos. Viéndolos morir. Cuaántos de ellos tiene toda la pinta de acabar así. Supongo que es la mejor manera de acercarte a quien admiras sin miedo a daños colaterales, casi nadie en el lecho de muerte se esfuerza en ser desagradable. Nadie cuando está solo, solo de verdad, se preocupa en ser indiferente.




            Hoy es viernes y no voy a bailar, pero tengo piernas y canciones de sobra para hacerlo. No elegir pasarlo bien es a veces también un placer inmenso.

3 comentarios:

Maneki dijo...

Ese contenedor napolitano me ha recordado al pequeño mundo interior de cada uno. En cuanto empieza a tambalearse un poco no hay manera de detener la podredumbre que encierra.

Yo tampoco saldré hoy.

Y. dijo...

muy bueno...y ameno.... : )

Unknown dijo...

Irónico y acido como siempre mi buen, sabes que siempre me gusta leerte aunque el más importante el libro de cuentos ese no se a podido. Te propongo algo talvez que me mandes el libro por correo ordinario y te compenso con algo que quieras de aquí de regreso por la misma vía.

Saludos!!!