martes, 31 de agosto de 2010

Con la comisura de los labios me ataba los zapatos


Ayer viví una extraña casualidad. Algunos lo llamarían destino, y un suicida empujón.
             
Estaba en el trabajo (si la mayoría de cosas que me pasan me pasan en el trabajo no es por devoción, es porque paso la mayor parte del tiempo allí) y en la radio dijeron que tal día como ayer John Peel cumpliría 71 años. A raíz de eso el locutor comentó que su canción favorita era Teenage Kicks y que por ello sonó en su funeral. Luego la puso. En ese tiempo que no llega a los 3 minutos a mí me dio por pensar qué canción sonaría en mi funeral, y decidí que lo más justo es que fuera California Dreamin' ya que es, fue y supongo será, mi canción favorita de todos los tiempos. Tras dudarlo un poco me acabé de convencer y ya me disponía a enviarle un correo a C para darle las órdenes pertinentes al respecto, cuando al terminar la canción de los Undertones y sin que medie palabra alguna, empezó a sonar California Dreamin'. Por un momento pensé que eran imaginaciones mías (la gente en un banco grita mucho y no es fácil distinguir lo que ponen en la radio), luego que era una broma algo macabra de alguien que podía leer mi mente y la del locutor de la radio, las dos al mismo tiempo y sin volverse loco por ello. Y luego, luego no pensé nada, tan sólo:

all the leaves are brown
and the sky is grey
I've been for a walk
on a winter's day



            Hace unos cuantos años esto me habría parecido un empujón, ayer decidí que era una casualidad. La vida cambia y ahora sonrío y supongo que a algunas personas eso les parecerá sospechoso y a otras una calamidad, pero de momento voy a dejar mis labios apuntando hacia el cielo.

Nota: recuerdo haberme definido una vez en un cuento así: “su cara era gris, y con la comisura de sus labios podía atarse los zapatos”. Era un cuento biográfico y muy malo. Dejé que la realidad venciera a la ficción, y así no hay gloria posible.

            Lo curioso de este nuevo pensar es que cada vez el libro se me está haciendo más pesimista y triste, el niño que había empezado con escamas en las manos ahora ya las tiene en toda la cara y huele a pescado muerto, además su madre es alcohólica y se odia a sí misma, hay niños asesinos y puteros vengativos, y ya no sé cómo va a terminar ni como le voy a explicar a tanta gente que este es el libro que pretendía poder ser leído a cualquier edad.

             Será que se acaba el verano, aunque eso sucederá mañana, cuando me compré la Rockdelux. El ejemplar de septiembre es el que dicta ese final y que, como un cuchillo que raja carne humana desde el bajo vientre hasta el esófago, se trepanen mis ilusiones de que agosto todo el año sea posible.



            El hombre del quiosco del Escorredor nunca entenderá cuanto de desesperación hay en ese momento en que le doy los 5’10 y él a cambio me da la biblia.

            La vida está llena de pequeños momentos importantes, y uno tiene que encargarse de mantenerlos esparcidos, porque si les da por juntarse llega la lluvia y los empasta y se hacen uno solo y muy grande y corres el peligro de morir sepultado por una gran bola de segundos fatídicos.

Pd. Al final no envíe el correo, decidí tentar a la suerte.

Pd2. lo tengo guardado en borradores.

1 comentarios:

C* dijo...

california dreamin' on such a winter's day